Maratón de Montevideo: crónica Andrés Bernard
Maratón de Montevideo 2008 - Crónica escrita por Andrés Bernard ("el porteño"; Atletas del Sur)
En la previa mi idea original era participar en la prueba complementaria de 21 K que formaba parte de este evento; pero a decir verdad no estaba muy convencido de participar siquiera; mi preparación escasa se limitaba a las carreras de la AAU y a la media maratón de Punta del Este, y además el costo de la inscripción y las dudas sobre la organización del evento, daban para meditar largamente sobre la conveniencia o no de largar. Ni se me cruzaba por la cabeza meterme directamente en el maratón...
Sin embargo, mis últimas carreras y entrenamientos no habían sido malos, cuando mis compañeros de Atletas del Sur volvieron de Rosario una semana antes, salió el transgresor que llevo dentro de mí.
-Si ellos lo lograron, ¿por qué yo no?
Así de primitivo fue el razonamiento...
Convinimos con Héctor Yeritano en encontrarnos en la pista de atletismo el sábado previo, a las 10 de la mañana, para los trámites del caso. Fue el primero en enterarse que me apuntaba para los 42 K. Nadie lo sabía, ni siquiera mi esposa –que se enteró cuando regresé a casa después de la carrera- así que el domingo de mañana hubo más de un sorprendido...
Me decidí por el maratón por algo simple: ya había hecho los 21 K satisfactoriamente y ese día se presentaba ideal para hacer por lo menos un fondo largo, acompañado, resguardado por mi equipo, con suministros y atención a lo largo del recorrido. El circuito de cuatro vueltas tan criticado resultaba muy práctico en mi caso dado que si existía algún percance, nunca se estaba lejos de la asistencia. El objetivo primario era hacer tres de las cuatro vueltas, en lo posible esas tres vueltas en menos de tres horas. Si quedaban monedas en el bolsillo para una más, entonces el resto venía de regalo: terminar y hacer un tiempo inferior a cuatro horas buscando un poquito de gloria.
El domingo amaneció con una niebla espesa, que se disipó una hora antes de largar.
Cinco minutos antes de partir se largó la prueba de 7 K, Anifrid Fernández representó a nuestro equipo en esa distancia. Acto seguido largamos juntos los de 21 y los de 42. Marcelo Moreno, Rosario Saravia, Carlos “Ronaldo” Moretti y Leandro Barrella se abocaron a la media, mientras que Héctor y yo salimos tranquilos a hacer los 42.
Largando en las canteras con rumbo oeste hasta la escollera Sarandi, allí se daba la vuelta en U, para ir hasta unos 200 metros más allá de la largada, en donde se volvía a girar para completar cada vuelta.
En la primera vuelta era bastante caótica la situación dado que venían de frente los corredores de 7 K como bólidos y nos pasaban tanto a izquierda como a derecha, tuve miedo de que alguno me llevara puesto. En todo el resto de la vuelta y en la primera mitad de la siguiente sucedía algo parecido con los de la media maratón, aunque éstos circulaban de forma un poco más prolija.
La idea era hacer una vuelta por hora, la primera pasé en 1h 02’ y encaré la segunda apretando un poquito el ritmo. En el circuito sólo estaban marcados los primeros 10 K, así que las vueltas segunda y tercera se hacían a ojo, y la última sacando la cuenta de los kilómetros que faltaban. En la segunda vuelta ya me sentí más cómodo, pero faltaba lo mejor.
Pude pasar ese segundo parcial a 1h 59’ de carrera, y con mucho resto para encarar la tercera. Estaba mentalizado en cerrar tres vueltas –casi 32 kms-.
Al llegar a la otra punta del circuito, en la escollera, me alcanza la camioneta que le abría el camino a los punteros, me corrí instintivamente sobre mi derecha esperando que el puntero me pasara como a un poste. Mayúscula sorpresa la mía al ver que Bruno Nantes –a la postre ganador de la prueba- me pasaba más o menos a la altura del Templo Inglés, con un ritmo apenas un poco más rápido que el mío.
Nantes venía con todo el séquito de ciclistas, camionetas y demás; le seguí el paso sin dificultad más o menos hasta Ejido –1 Km- y en un rapto de lucidez levanté mi ritmo un poco dado que tenía 10,5 Km más por recorrer.
El puntero se fue pero no muy lejos, siempre lo tuve a la vista, hasta que llegando al casino del Parque Rodó escucho un grito atronador: “-¡Vamos, Andrés!”. Miré instintivamente hacia atrás pensando quién sería el loco que me gritaba... Era Dardo Segurola montado en una bicicleta, y los gritos no iban para mi, sino para Andrés “Bestia” Romero y Pablo Sánchez, los dos Coyotes que venían tratando de darle alcance... Les advertí que el primero venía lento y si se apuraban podían hacer un 1-2 Coyote... Allá salieron los dos compadres, a la cacería, con sólo 1500 metros por recorrer. Apuré porque no me quería perder la definición, fue una vivencia única ser testigo del final desde adentro mismo, los dos Coyotes echaron el resto pero no les alcanzó, en el retome final Bruno Nantes estiró su ventaja a unos 150 metros que le permitieron abrochar la carrera y Pablo que venía con más resto pasó a Andrés en el final llegando seis segundos antes... Me quedó claro que a los de la élite también les duelen los kilómetros...
En medio de esta situación, alcanzo a mi compañera de equipo Rosario Saravia, terminando los 21 K, y me sorprendo cuando completo la tercera vuelta en 2h 57’... Misión cumplida, todo lo demás viene de arriba, “-ya está, vamos por la gloria!” les grité a mis compañeros sureños; escucho una voz de mujer que me grita “–Dale, que te esperamos en Concordia!!!” Eran los del Club Salto Grande, les muestro mi camiseta de la Binacional 2006, que llevaba debajo de la de AdS, gracias amigos por traer algo de Concordia hasta aquí...
Mis piernas aguantaron bien la paliza, por lo que seguí manteniendo el ritmo, en la más completa soledad... El corredor que me precedía estaba como a 300 metros, quizás más, sin embargo detiene su marcha; los demás venían en su mayoría alternando trote y caminata. Al pasar por última vez el retome de la escollera, me encuentro con Alejandro Tabárez, a quien quizás el cuerpo le estaba pasando la cuenta por el maratón de la semana anterior en Rosario.
Rumbo al final, Daniel Ibarrola me tira una frase a la pasada: “-Venís muy bien, para menos de cuatro horas”. No le creí, previendo el choque contra el muro.
En el puesto del final, me preguntan:”-Precisás algo Porteño? Agua? Cereal? Esto? Lo otro?” –Aliento!!! Sólo eso preciso. Y el aliento llegó, en ese tramo final.
Qué lindo es correr entre amigos, qué privilegiados somos de poder hacer esto...
En la marca del Km 9 del circuito, calculo que me quedan 1500 metros para llegar y poca energía, aunque sin muro en el horizonte cercano, adelante venía un corredor de Atletas del Prado del cual no recuerdo su nombre, que creo que estuvo en el Cruce de los Andes; lo acompañaba alguien en bicicleta, apuró el tramo final después del retome creyendo que mi intención era darle alcance... pero yo sólo quería alcanzar ese reloj antes de que marcara las cuatro horas: llegué 26 segundos antes, negocio redondo...
La llegada fue muy emotiva, el objetivo cumplido con creces, lo que indica que no estoy tan mal como me imaginaba, logré un sub 4 hs después de casi tres años de espera, recibí el afecto de mis amigos corredores y por sobre todas las cosas se incrementó mi confianza enormemente con vistas a los dos maratones que hay que correr en Setiembre que ya están a la vuelta de la esquina. Lo mejor, está por venir...
Nos vemos el 7 de setiembre, en el Campus de Maldonado. Hasta entonces.
fuente: Atletas del Sur
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